Ezio Mauro, director de La Reppublica, asegura que el premier italiano hará lo que sea necesario –restricciones a la píldora abortiva o fondos para escuelas privadas– para lograr la paz con la Iglesia. 06-09-2009 Italia vive los días del fango. El jefe de gobierno, Silvio Berlusconi, ha decidido embestir contra los que todavía osan criticarlo y no parece dispuesto a hacer prisioneros.

 La primera víctima de su ofensiva de otoño (boreal), judicial y mediática, ha sido Dino Boffo, director del diario de los obispos, Avvenire, quien dimitió el jueves tras el feroz ataque del periódico de la familia Berlusconi, Il Giornale, basado en una nota anónima que lo acusaba de homosexual. Ezio Mauro (Turín, 1948), director de La Repubblica desde 1996, ha sufrido ya las dos vertientes de la ofensiva: Berlusconi ha denunciado a su diario por las diez preguntas que le formula desde mayo sobre sus relaciones con menores y prostitutas, e Il Giornale (periódico de Berlusconi) ha intentado desacreditarlo personalmente acusándolo de haber evadido impuestos al comprar su casa romana. Mauro ha demostrado que las imputaciones son falsas, y afirma que Berlusconi ha emprendido una estrategia de “matonismo mediático para enviar una amenaza doble: a la Iglesia y a los directores de periódicos”. –Boffo ha sido la primera víctima. ¿Cree que habrá más? –Boffo ha sufrido un ataque personal feroz y violentísimo por criticar al jefe del gobierno. Su dimisión demuestra que la estrategia es eficaz: se aísla a las víctimas, se hace el silencio, nadie da el nombre del que ordena el ataque y el miedo se extiende. Boffo sólo es culpable de haber respondido a las cartas de los párrocos y las bases católicas que pedían explicaciones a la Iglesia por su reacción tibia al comportamiento de Berlusconi. Lo hizo de forma prudente y discreta. A cambio, Il Giornale ha desenterrado una historia vieja, publicada hace años por Panorama, otra publicación de Berlusconi, para enviar así dos mensajes: a la Iglesia, invitándola a no criticarlo, y a los otros directores de periódicos, diciéndoles que caminen con la mirada baja y que hablen de otra cosa. –Parece una inquietante caza de brujas. –Es un acto gravísimo de matonismo mediático basado en un apócrifo: han publicado un anónimo como si fuera un papel adjunto a unas actas judiciales para acusar de homosexualidad a Boffo. Pero la responsabilidad política es del jefe del gobierno, embarcado en un nuevo abuso de poder como político, como persona y como propietario para destruir a sus críticos. La historia da vigor a nuestra novena pregunta: ¿ha usado o está usando el jefe de gobierno a los servicios secretos contra testigos, jueces, periodistas? Los hechos hablan por sí mismos. –¿Y no cree que el ataque a la Iglesia Católica puede volverse en su contra? –Berlusconi ataca a la Iglesia porque concibe su poder como un poder absoluto, ajeno a todo control. Esa lógica no acepta rebajarse a cumplir los pactos con la Iglesia y pedir excusas. Prefiere demostrar su fuerza, expandir el miedo y luego eventualmente negociar. La ruptura con la Iglesia ampliará sin duda la brecha de la que hablé tras las elecciones europeas. Sus mentiras sobre sus relaciones femeninas han distanciado a Berlusconi del país y de la realidad. Veremos dónde llegará esa brecha en el futuro. Le costará volver a una relación normal con la Iglesia, de la que ha sido aliado privilegiado. La Iglesia domina el arte de la diplomacia, pero también vive de los ritos y los símbolos, y conoce bien la figura del chivo expiatorio. Es seguro que exigirá una reparación.

 –¿En forma de leyes y de dinero?

–Naturalmente, Berlusconi pondrá sobre la mesa la ley del testamento vital, más fondos para las escuelas privadas, las restricciones a la píldora abortiva, lo que haga falta. Hará ese intercambio por debajo de la mesa, de forma secreta, renunciando a la laicidad del Estado y exigiendo silencio. Al mismo tiempo, la ofensiva para callar a los disidentes dejará en el camino a una parte del electorado moderado.

 –¿En qué cree que consistirá esa ofensiva?

–Mario Giordano, ex director de Il Giornale, lo avisó antes de ser despedido: “Me voy porque no estoy dispuesto a hurgar bajo las sábanas de los directores y editores de los otros periódicos”. Exactamente lo que ha sucedido tras la llegada de Vittorio Feltri a Il Giornale.

–Él dice que se ha limitado a hacer lo que han hecho otros con Berlusconi.

–La diferencia es que nuestra investigación nace de una denuncia pública de la mujer de Berlusconi, quien afirmó que frecuentaba a menores y estaba enfermo, y subrayó la “basura política” que suponía intercambiar favores sexuales por candidaturas. Ante eso, los periódicos tenemos el deber de investigar. Berlusconi es el jefe de gobierno, un hombre público, y se niega a responder a las preguntas; Boffo es un ciudadano y ha sido masacrado por criticarlo.

 –La derecha dice que estamos en el puro cotilleo.

–Es justo lo contrario, una batalla de libertad. ¿Existe en Italia una relación normal entre la prensa y el poder? ¿Se puede criticar al primer ministro o no? Ésa es la cuestión que nace de la dimisión de Boffo, de las diez preguntas y de las denuncias contra La Repubblica, L’Unità, El País y otros medios extranjeros.

–Mucha gente en Europa mira a Italia, el país donde se inventó el fascismo, con preocupación y miedo al contagio. Muchos ciudadanos esperan que la Unión Europea (UE) haga algo al respecto.

–No sé qué podría hacer, pero sí sé que Italia es una anomalía entre las democracias europeas y occidentales. Ni siquiera Nixon usó estos métodos contra la prensa.

 –¿Cree que la imagen del país se ha debilitado? Se diría que hoy en día los únicos aliados de Berlusconi son Putin y Gaddafi.

–Esa es la triste realidad. Berlusconi está dañando gravísimamente la imagen del país.

 –En todo caso, ¿no tiene la izquierda italiana gran parte de responsabilidad en este proceso?

–La responsabilidad de la izquierda italiana es enorme. Siempre ha infravalorado la magnitud del fenómeno Berlusconi, nunca la ha entendido ni la ha contrastado como debía. Desde el gobierno, no fueron capaces de regular el conflicto de intereses. Ahora, desde la oposición, siguen infravalorándolo.

 –Quizás haya un dato positivo en esta historia. A pesar del férreo control de la televisión que ejerce Berlusconi, la batalla se juega en los periódicos.

 –La batalla política es todavía cosa de los periódicos. El problema es que Berlusconi utiliza los suyos para taparles la boca a sus enemigos. Y eso no pasa en ningún otro sitio.