(Antonina Cascio, foto accanto) -Este es un artÃculo que debo escribir en castellano. El tema obliga. En 1982 yo era periodista , en pleno proceso militar, y trabajaba para el Diario Mendoza, intervenido por la dictadura desde hacÃa más de 2 años, cuando tomaron bajo custodia a su último propietario con el fin de debilitar a la provincia de Mendoza y destruir el pequeño imperio que éste estaba fundando.
En pocas palabras, un empresa multimedial como hubo tantas después. La noche del 1 al 2 de abril, una noche cualquiera, como ésta, mi compañero de trabajo en la†sección cables†como se llamaba a la de las Noticias Nacionales e Internacionales, y yo encargados de la página 1 del Diario, nos quedamos ante la máquina que emitÃa las noticias(los cables), en largas tiras de papel barato, con información de diversas agencias, esperando para saber si los marines habÃan desembarcado en las Malvinas o no, hasta las 4 y media de la mañana. La edición matutina salió a la venta diciendo que no. Esa habÃa sido la noticia de cierre tras la cual nos retiramos tranquilos, pensando que esa locura de un viejo “milico borracho†habÃa quedado en la nada. Por la mañana temprano llegó la verdadera noticia del desembarco y el diario sacó una segunda edición que salió a la calle mientras yo ejercÃa mi trabajo de maestra de primaria en una escuela de la periferia mendocina, cargo que debà asumir para que algún dinero entrara a un hogar con dos periodistas a la cabeza. Un metro cuarenta y dos centÃmetros medÃa la tira de cables (noticias) que pegamos a la pared de nuestra sección , que nos prohibÃa decir tantas cosas ,que debÃamos tenerlas a la vista para no cometer el error de nombrarlas. La amenaza era: un solo error y a la mañana siguiente un regimiento del Ejército “Argentino†procederÃa a cerrar el cotidiano dejando a dos centenares de personas sin trabajo, pero peor aún , cerrando un medio de expresión que venÃamos sosteniendo con gran sacrificio entre todos. Estaba en nuestras manos, entonces, los de cables, el destino del medio en el que trabajábamos puesto que todo lo prohibido venÃa de las agencias extranjeras y de la nefasta guerra. No podÃamos hablar de derrotas, ni de muertos, ni poner fotos de nuestros soldados muertos ni desabrigados y no debÃamos nombrar a Inglaterra ni hablar mal de ella¡ En esas noches de trabajo insalubre, cuando al horror de ver las fotos de nuestros soldaditos muertos ( e imaginar el horror que ellos habÃan vivido), cuando luego de haber escuchado en secreto a la BBC de Londres que se vanagloriaba de la carnicerÃa que sucedÃa al Sur del Atlántico, cuando después de leer France Press, debÃamos publicar en nuestras primeras páginas que estábamos ganando la guerra, volvà a fumar después de 3 años y medio de un pre-infarto. Imposible pasar sin café y cigarrillos el horror que vivÃamos. Imposible sobrevivir a todo eso sin un apoyo aunque fuera suicida. De todos aquellos que luego se rasgaron las vestiduras, no hubo siquiera un 10% que nos creyera: familiares, amigos, vecinos …. Ninguno aceptaba nuestras verdades acalladas por la prensa que nosotros mismos emitÃamos y que mentÃa descaradamente. Quise decirles a mis alumnos , a los de mi escuela, todos pobres criaturas que muchas veces soñaban con un chocolate, un alfajor, un paquete de galletas, que no enviaran nada a Malvinas, que nada estaba llegando a los soldados. Pero la televisión y los famosos conductores televisivos que condujeron la colecta a nivel nacional, fueron más convincentes, tal vez, quizás, quiero creer que algunos de ellos engañados también como los niños. Fue una guerra ridÃcula, vista desde el exterior , pareciera que un enano le tiraba con piedras a un gigante armado con ametralladora y cañón. Pero nuestros adolescentes que fueron a Malvinas con la ropa que usaban en el litoral o en Buenos Aires, con los uniformes de tela pelada y sin impermeabilizar, sin abrigo, sin medicinas ni comida adecuada ni carpas que los protegieran ni armas con las cuales tirar, no fueron responsables de ella. Los dejamos morir en silencio , cobardemente. HabrÃa bastado tan poco para evitarlo¡Tal vez que alguien nos creyera a algunos de nosotros y difundiera la noticia, nos ayudara a difundirla fuera del papel. Quizá nosotros debimos un dÃa publicar todo y que cerraran el diario y nos bajaran a tiros de ser necesario¡ Pero el ser humano- sin ánimo de justificarme -es tan elemental cuando se trata de la preservación de su propia existencia¡ Por eso, hoy 2 de abril, como todos los años, no solo rindo homenaje a los caÃdos en y por Malvinas, a los caÃdos culpa de Galtieri y de unos cuantos millones de argentinos( yo entre ellos), rindo homenaje a la parte de mi conciencia pura perdida en esos largos 3 meses, a la que en ese tiempo murió junto a esos chicos que las fotos mostraban en el suelo, uno junto al otro, sin identificación y sin abrigo, con los zapatos rotos y tan delgados que daban aún más horror. Y ojalá algún 2 de abril del futuro nos hayamos perdonado todos¡Â