Pana, puntillas, manteles, servilletas, hilo, agujas, martillo, cuchara de albañil, nivel, pocas mudas de ropa, limones para el viaje y biscotti, dos baúles llenos de ilusiones y polvillo sicilianos. Las puertas de la Chiesa de San Biagio los bendijo por última vez. Atrás quedaban Doménica, Francesca , Filippo y la nonna Carmela.
Los Cascio y los Morabito. TÃos Turi y LucÃa con Nenu ya habÃan emprendido el viaje. La emigración estaba culturalmente enraizada solo una chispa bastaba para despertar ese momento de desesperación, de coraje o de rebeldÃa para que esa alternativa emergiera con fuerza. Luego de aquellos agitados pañuelos y sombreros, lágrimas y llantos, suspiros y buenos deseos. Los sueños se deben haber sucedido de proa a popa. Atravesando el Golfo de León abandonando el Mediterráneo las costas de España fueron la antesala de un viaje que se adentraba al océano en dirección al continente sudamericano. En una valija extra, en el corazón y lejos de las inspecciones de la época se dejan guardados los recuerdos, las añoranzas del “paese†y las saladas lágrimas que demasiadas habrán sido las derramadas en la mar se confundÃan con la angustia del emprendimiento. Para asirse de las fuerzas necesarias asà comenzar la lucha en otra tierra inhóspita, indulgente, otra lengua, otra gente. La fortaleza y la bravura de aquellos hombres y mujeres fueron los ejes fundamentales para conseguir el éxito de tal osadÃa. Menguados los males con el reencuentro de tÃos y primos que habÃan emprendido el viaje con anterioridad y mucho más llevaderos los primeros momentos difÃciles cuando los otrora en Motta Camastra, arribaron en otro vapor. Asà unieron valijas, vestidos y herramientas aunando esfuerzos rumbearon al pedemonte mendocino. Laboriosas manos agricultoras de neto corte siciliano pulieron la tierra que los alimentó por décadas. La pasta “fata in casa†y los “cannoliâ€, entre otros, fueron el combustible de esos cuerpos laboriosos. Entre el cielo y la tierra habÃa un destino escrito: todo era renovable de acuerdo al cambio de las épocas. MarÃa Luisa, mi madre hija de inmigrantes españoles e italianos sumó esfuerzos dedicando su adolescencia y temprana maternidad adoptada por los Morabito y en primeras nupcias con mi padre Giuseppe Filippo, se dispuso al sacrificio recontado por el “Vettore†quien anunciaba en las costas italianas el preámbulo de quienes construirÃan mis orÃgenes. Porque todo ya estaba escrito en el cielo para que suceda en la tierra. Conforme pasaban los años la familia crecÃa y las profesiones se agiornaban pocos quedan ya agricultores, otros son médicos, maestros, profesores, periodistas, polÃticos. Sucede que en las primeras valijas venidas de la Sicilia estaban ya sembradas estas semillas inclusive la mÃa, que luego de tantos oficios escarbados en aquellos baúles y de haber pasado por mis manos cada uno de aquellas herramientas pude elegir, optando por la llave del baúl del corazón que cada tanto abro y me encuentro con la oportunidad de decidir qué camino tomar qué oficio realizar para dignificar mi vida sin olvidar. He sido invitado a un partido de fútbol en estas tierras donde solo yo tengo arco que el contrincante meta sus goles, y pierda el match cuando me canse de jugar y no encontrar el arco del contrincante, ahora que escarbo en el baúl y he vuelto a tomar esa llave emprendo el viaje de regreso, que tal vez pase por el golfo de León pero que sà aterrizaré tras las costas rocosas de España, más cerca cada vez de aquella chiesa de San Biagio ver con mis ojos y agradecer con mis manos por las bendiciones derramadas en aquellos, i miei. Por esta historia escrita en el cielo y leÃda en la tierra, por los que están en el cielo y los que estamos en la tierra, echando semillas. Para que cada año, los que vengan y “escarben raÃces†se encuentren a sà mismos. Avete abiti nuovi? Tutti usati ma in buon stato. Giuseppe Luigi Morabito Lopez.