Un mundo heterogéneo el de la emigración italiana por estos lares (hablo de la región sur de Latinoamérica). A lo largo del tiempo he podido constatar la diversidad de situaciones existente con respecto a los descendientes de primera, segunda, tercera generación.

Por regla general es la mujer la que transmite las historias familiares, y por ese motivo, nos encontramos con personas cuyo origen es claramente italiano pero que no saben casi nada de su pasado familiar, olvidado o escondido en los pliegues de la mente de sus padres y abuelos. Los hombres suelen ser silenciosos. Sobretodo cuando vinieron solos, cuando dejaron atrás la familia, a veces una esposa, hijos, y luego, cuando la soledad y la dureza del trabajo y del suelo, los empujó a otros brazos buscando consuelo y apoyo, prefirieron callar, no relatar su pasado, no hablar de sus pueblos y de sus parientes y amigos “olvidados”. Muchos de ellos no sabían leer y escribir, y esa misma carencia de recursos los volcó al olvido y el mutismo. Los hijos de estos hombres, muchos de ellos llegados a fines del siglo XIX o principios del XX, no supieron nada de sus raíces, poco lo que las madres nativas pudieron arrancar en sus confidencias a estos herméticos y tristes emigrantes, cuyos sentimientos de culpa se sumaban a la nostalgia y el desarraigo. Y menos supieron los nietos por supuesto. En cambio, cuando el matrimonio llegó junto a los hijos, o los niños llegaron con sus padres, como en mi caso, los relatos junto al brasero eran la charla obligada de todas las noches. No había televisión por fortuna en mi infancia en Mendoza. Yo crecí en dos mundos maravillosos y tan míos los dos¡ Uno lejano pero presente en mi casa en el almuerzo o más aún en las largas charlas luego de la cena, cuando afuera estaba oscuro y adentro no se podía hacer otra cosa que charlar, tejer, o escuchar la radio, donde la música italiana era una presencia absoluta. Mi padre, que diversamente de otros era muy locuaz, relataba las anécdotas de su niñez, de su adolescencia y de la guerra, que nos mantenían despiertas y alertas hasta tarde. Claro, la ferocidad de la guerra fue apareciendo de a poco en sus relatos, a medida que crecíamos, y hubo cosas, como lo que vio en Gubbio, escondido en un pajar con su amigo de lucha por la supervivencia, que las supimos ya siendo completamente adultas. Mi madre ,en cambio, hablaba de los antepasados; su madre, su padre, su nonna Maria, el abuelo notario de apellido Longo, un apellido que le hubiera correspondido a su madre pero que nunca le dejaron llevar.(Fue el tercer marido de mi bisabuela, pero este no legal, porque los hijos legales del viudo, cuidando su patrimonio, no le permitieron casarse. Fue el padre de Leonarda(Longo)Carnabuci, mi abuela, muerta muy joven, difícil su vida desde la concepción. Hablaba de sus hermanos, mi madre, a los que amaba tanto¡ Pero también sabia la historia de los antepasados de mi padre, mis abuelos y bisabuelos, mis primos, los tíos. Especial era la historia de los tíos de Conecticut, los D’Agostino, hijos del segundo matrimonio de mi bisabuela María, María la Calapaina (casada con un joven de apellido Calapaina, siendo muy jovencita, y que murió asesinado al poco tiempo en una refriega(quizá por allá, por la etapa de la unificación). No tuvo hijos con él, pero de él heredó el mote( eso pasó a ser el apellido) que después se les adjudicó a sus descendientes. Por qué? Porque el hecho había sido muy fuerte, un hito en la historia del pueblo (Mongiuffi-Melia).Los hijos de María , 4 varones D’Agostino, al morir su padre emigraron a los Estados Unidos y desde allí ayudaron a la familia hasta que empezó la guerra. Y mi madre, que se escribía con ellos, soñaba con un futuro nuestro cerca de ellos. Después, fue mi madre la que nos transmitió la historia de mi marido, nacido en su pueblo y entrelazada de algún modo con la nonna María, que trajo tantos niños al mundo y también a los tíos de mi marido, dos mellizos uno de los cuales ayudó a criar hasta que la madre pudo con los dos, más los otros que ya tenía. Más detalles me relató mi nonna “Francisca” Maio, casada con Filippo Cascio y viuda desde muy joven. Ella hablaba mucho de mi abuelo, el esposo que amó mucho y de su padre, mi bisabuelo. Como se ve por mi relato, que es lo que he querido destacar en este artículo, yo podría participar del Concurso Escarbando Raices Dos, con un relato sencillo, casi doméstico, pero rico en datos y en detalles de la historia. Otro relato podría hacerlo con respecto a la historia personal de mis padres en Argentina, que he compartido, sobretodo si no tuviera otros datos, esa sería la vertiente para aprovechar. Es el caso que yo no puedo participar, siendo como soy la presidente de una de las instituciones organizadoras, amén de otros cargos. He querido mostrarles a aquellos que deseen participar en la parte de documentación, que no es difícil hacerlo. Pero tampoco es tan sencillo. No es lógico pensar que tomando un viejo documento de identidad , o de desembarco, o un libro o cualquier otro recuerdo , y presentándolo, ya nos ganaríamos un pasaje a Italia¡ Quien no sepa redactar, como alguien mencionó hace poco, y tiene buena documentación, debería pedir ayuda a algún familiar o amigo y escribir una historia, con anécdotas, con detalles, con ribetes diversos o poco comunes para señalar. Sabemos que muchos no han podido rescatar el pasado-aunque una buena investigación a través de viejos amigos y viejos parientes del familiar puede ayudar-pero tienen la riqueza de la historia más cercana: por supuesto, no nos conformamos con mi “papá llegó en tal año, se casó en este otro, trabajó en esta empresa, tuvo tantos hijos y se jubiló”. Por favor, piensen en sus antepasados como los protagonistas de una novela-que lo fueron- y cuenten detalles, del matrimonio, del abuelo conocido, de la relación con los hijos, de cómo se destacó y en qué ,en su trabajo ,en su vida social o matrimonial. Vidas tan ricas en experiencias seguramente deben producir relatos más ricos aún ,coloridos plenos de sentimientos y de orgullo por descender de semejantes troncos, fuertes, luchadores, estoicos y nostálgicos, que dieron vida y enriquecieron la historia de este gran país que es Argentina, de esta gran región, que es América Latina. (Antonina Cascio)